Consejos y avisos

8/3/16

Los Campamentos juveniles (2ª entrega por Ricardo Yagüe)

AGACHADOS: hijo Dr. García del Villar, Pedro, - Caneco con el que pasábamos ratos estupendo pués era muy servicial y buen amigo, y el último Macarrillo.
DE PIE de izquierda a derecha; 1ª no recuerdo el nombre, 2º Manolo, 3º el Páter, 4º yo, 5º José Rodríguez le llaamábamos BARALLAN porque no dejaba hablar a nadie (fue delegado de cultura hace ya años) 5º Sequeiros

Segunda entrega del relato sobre los campamentos juveniles que nos ofrece el amigo Ricardo Yague, en esta ocasión se centra en el campamento ourensano de Monterrey, que para muchos jóvenes supuso la primera ocasión para pasar unos días alejado de la familia, 

Vida Campamental en Monterrey

Una mañana de Agosto de 1948 me levante todo ilusionado; iba a pasar quince días en el campamento de Monterrey. Para mí era un sueño vivir esos días al aire libre.
El día anterior había pasado por el frente de juventudes para acreditarme, recoger el equipo de ropa campamental y recibir instrucciones para la incorporación.
Ese día cargado con todos los “pertrechos”, llegue a la delegación, me encontré con gente conocida y otros que no, pero enseguida confraternizamos.
Los mandos que iban a cuidar de nosotros, eran Isidro Garde, *Alfonso cuyo apellido no me acuerdo (Alfonso Vazquez Prats, hermano de Carmucha la pintora apunte de Loli Sanfer) y Gerardo el delegado en Ribadavia, de todos ellos guardo buen recuerdo, conocía a los dos primeros de las clases que nos impartían en Cisneros y de Gerardo durante la estancia en Monterrey, me gusto su bondad. Nos subieron en un autobús y en el campamento en tiendas de campaña, seis en cada una.
Al levantarnos, hacíamos nuestras camas, y tras asearnos asistíamos al izado de la bandera española, cuyo mástil estaba colocado en el centro de las tiendas de campaña. Nos daban una corta charla sobre España y se izaba la bandera entre canticos.
 A continuación asistíamos a la Eucaristía celebrada por el páter y al terminar, a desayunar.

Seguidamente formábamos delante de nuestras tiendas y un mando pasaba revisión de la tienda y nuestro aseo. A continuación bajábamos al rio Loña, donde pasábamos sobre hora y media, haciendo ejercicio o nadando, de vuelta al campamento nos vestíamos con el uniforme y a comer, me acuerdo de Antonio López Cañedo hermano de Virxilio el pintor, muy delgado pero con un apetito fuera de lo común, hice con el muy buena amistad.

 Carlos Rey Lorenzo que después fué director del Colegio Junior de Santiago, el pater, y yo
   Terminada la comida, un buen rato de siesta o de biblioteca (el ultimo año me toco ser bibliotecario) y a continuación una charla, no recuerdo ahora los temas expuestos pero pienso que sería sobre patriotismo y camaradería. Hora de deporte, jugábamos al futbol o ejercicios físicos y atletismo y al finalizar, la merienda, tras la cual pasábamos al espacio dedicado al culto en donde rezábamos el rosario. Otro buen rato de asueto y a continuación la cena tras la cual nos reuníamos alrededor del mástil y se procedía a arriar la bandera, comenzando el “fuego de campamento,”, todos en un gran círculo participábamos en esta actividad en la que cada uno salía a exponer sus cualidades: canciones, declamaciones, cuenta cuentos etc.  etc., sin luces y con una hoguera en el centro, era uno de los momentos más sugestivos. 
    Había correo diario con la delegación de Ourense, un acampado bajaba en bicicleta para entregar el correo, y recoger el que había para los campamentistas. A mí me toco bajar un día y fue una bonita experiencia.     Llego el último día, que rápido se nos paso el tiempo, mucha alegría, intercambio de direcciones y compromiso de vernos los que éramos de Ourense.
   Cuando me vine a A Rúa mi alegría fue encontrarme con 5 o 6 amigos que habíamos coincidido en Monterrey Esta amistad aun persiste entre nosotros. La última noche apenas dormimos, pues era noche de “perrerías”, con calderos de agua, duchar a quien no lo esperaba, cambiar los zapatos de una tienda a otra, etc.
Vuelta en autobús a Ourense, despedida de los que éramos de aquí, y los que venían de la provincia y a casa donde nuestros padres aguantaban pacientemente el relato de nuestras experiencias.

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